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Sonorizando

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Finalizado por fin el montaje, La Máquina Espiritual comienza la etapa de sonorización. El sonido es el 50% de este trabajo, y aún no sé cuánto tiempo tomará.

Tras el sonido, tan sólo quedará el retoque de color...

Poco a poco, el proyecto va adoptando su aspecto definitivo.

Orígenes e ideas

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A veces, cerca del final, se recuerda el principio. Imaginé La Máquina Espiritual hace más de dos años, durante el curso sobre Historia del Videoarte que impartió Ximena Cuevas en La Casa Encendida.

Un curso en el que vimos decenas de fragmentos de videoarte de todas las décadas y grabamos algunos experimentos el tiempo que no estábamos en el taller. Todas esas imágenes se mezclaban en la cabeza y daban lugar a nuevas imágenes y a muchas ideas, algunas muy malas, y otras que valían la pena.

Las ideas que valen la pena son, en realidad, las que valen la pena para uno, y se reconocen porque resisten el paso del tiempo, por lo menos hasta cierto punto. Vuelven una y otra vez y llaman a tu puerta. Aunque no las hayas ni siquiera apuntado. Son agotadoras. Te toman prestada toda tu ilusión y la trituran en confeti que te devuelven, para que generes más ilusión. Nunca se cansan de llamar a la puerta y claro, hay un momento, que tienes que abrirles. De lo contrario, derribarían la entrada ellas solas. Están asilvestradas, y son muy muy fuertes.

Montaje (II)

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El montaje de La máquina espiritual comenzó en Junio de 2010 y, aunque con varios recesos de por medio, todavía continúa a punto de entrar en Octubre.

Cada montaje tiene una forma particular de proponerse, para hallar el camino al interior del proyecto. Pero éste, me resulta un verdadero ejercicio de artesanía, de atención al detalle, de esculpir, no sé si el tiempo, pero sí las relaciones entre los estadios que aborda La Máquina Espiritual: mente, emoción y materia.

En la escultura han sobresalido ya del material básico los ojos, la nariz, la boca... quizás las orejas y algo del pelo. Pero aún está por emerger el óvalo de la cara, sin el cual, nunca existirá un rostro.

Montaje

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Un largo camino, que sigue construyéndose.

Microscopía II

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La búsqueda de material de archivo ha concluido: ha sido un proceso interesante y más complejo de lo que a priori podía parecer, pero en su conjunto muy estimulante, pues he tenido acceso a imágenes científicas que no solemos ver y que tienen un gran potencial estético.

Quisiera agradecer la colaboración prestada a Carlos Sánchez y a Mª Teresa Rejas, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa. A Diego Megías, del CNIO, y muy especialmente a Julio Sánchez Rufas, además de a todos aquellos a quien ya mencioné en otro post y que han colaborado generosamente con este proyecto.

Muchas gracias.

LA ENFERMEDAD COMO REDENCIÓN

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La enfermedad es un proceso que cuando es de cierta envergadura desencadena reflexiones en nosotros, acerca de su sentido, de su necesidad, de su oportunidad.
El sufrimiento, la degradación, o la proximidad a la muerte, nos hacen pensar no sólo en maneras de combatir el dolor o el virus, sino en porqué estamos nosotros enfermos: ¿es culpa del azar o hay motivos para nuestra enfermedad?                                                                                                                         
Quedémonos con la primera de las opciones: la enfermedad es fruto del azar. En este paradigma el cuerpo es un ente independiente expuesto a los factores ambientales y a la degradación del tiempo, que se ve inevitablemente afectado por virus, deficiencias genéticas y múltiples fallos de los órganos que nos conforman y que, parece demostrado, constituyen una maquinaria perfectísima hasta que se ponen a fallar.
El cuerpo es la materia, la parte débil de la existencia, expuesta a los continuos riesgos e imperfecciones de lo atomosférico.
Acerquémonos ahora a la tesis contraria a la de la primera idea: toda enfermedad tiene un motivo emocional. Dicho de otra manera: aquello que sentimos y aquello que pensamos, incluso el lenguaje que utilizamos, tiene repercusiones en nuestro cuerpo. Si cogemos un resfriado, es porque nuestro cuerpo está bajo de defensas, y si está bajo de defensas, es porque nosotros no estamos lo suficientemente fuertes (emocional, mentalmente). Los pensamientos activan el sistema nervioso que activa y desactiva receptores y áreas de nuestro cuerpo, tales como el sistema inmune. Valga otro ejemplo: ¿Alguien puede negar la conexión entre el stress y el dolor de espalda? 
Pero… ¿qué sucede no con el dolor de espalda sino con una hernia discal? ¿Es acaso fruto del stress o proviene de un desgaste azaroso del disco, o de un exceso de peso cargado? ¿Podemos ahí también hacer una metáfora de sobrecarga emocional, o sería impertinente? Hagamos la reflexión contraria: ¿Qué ocurre con los delicados de corazón? ¿Simplemente les ha tocado un órgano frágil? ¿O su constante preocupación, su manera de hablar, y de hablarse, ha contribuido a dejar su corazón en un estado de indefensión y permanente alerta?
La tesis de la vinculación entre aquello que pensamos y nuestra biología, tiende a plantear la enfermedad como una señal que nuestro cuerpo nos da para entender que algo no marcha bien. Hemos enfermado por nuestra relación con nosotros mismos y con los demás, y es hora de que algo cambie.
Eso hace que me pregunte si no es ésta una forma camuflada del pecado, en el que el cuerpo enfermo se plantea como aquello que revela un alma enferma. La cuestión no acaba ahí: ese cuerpo enfermo es la posibilidad de curación de ese alma, la redención. La lucha, el cambio de actitudes, todo ello nos llevará a redimirnos de los pecados que hayamos cometido no ya hacia el todopoderoso, sino hacia nosotros mismos.
Esta idea de asimilación de la enfermedad hacia la doctrina católica puede que esté presente en el ala más new age de quienes apuestan por una vinculación entre el cuerpo y la mente, y suele desprender un tufillo muy malo, que llena de descrédito todo lo que rodea esos textos e imágenes tan kitsch, o esos oradores salidos directamente de un baño de iluminación cósmica.
Sin embargo, si operamos un pequeño semántico, y sustituimos redención por posibilidad -si desactivamos la pequeña pirueta de lenguaje propuesta-, nos encontramos ante un escenario en el que efectivamente la curación de un enfermo pasa por un cambio de punto de vista en cómo éste afronta su vida y la relación consigo mismo. Cuando hablan de luchar contra el la enfermedad ¿de qué hablan exactamente? ¿Hablan simplemente de resistir a un tratamiento? ¿O hablan de cambiar los hábitos de vida, y de luchar mentalmente contra esa enfermedad?
Si la lucha mental es parte de una curación, ¿podemos pensar entonces que la relación entre el cuerpo y la mente juega también un papel en una infección o en un cambio en la fisiología? 
Y volvemos así al principio, en el que confrontábamos el azar v.s la causalidad.
El azar, así como la posible falta de sentido de la existencia, es un limbo de desamparo desagradable de aceptar, a priori. No poder controlar lo que ocurre en nuestro cuerpo nos deja indefensos. Quizás por eso ante el azar, tendemos a buscar significados, explicaciones. No sería justo ni veraz intentar imponer sentido allí donde no lo hay. Intentar ver relaciones allá donde no existen, por el mero confort de la racionalidad. Pero sería menos justo todavía, dejar de ver aquellas relaciones que sí existen. Y puestos a aceptar, posiblemente sea más desagradable y complejo afrontar la causalidad o la relación entre nuestro yo y nuestro cuerpo. Lo primitivo sería aproximarse en términos de culpabilidad y responsabilidad. Pero quizás no sean esos los términos de la relación. Quizás tengan más que ver con la desincronización entre las partes del juego.
Con todo, lo fascinante reside en esa posibilidad -o tal vez má que eso- de relación entre el pensamiento, la emoción y la materia. ¿Puede, aquello que pensamos, transformar física y fisiológicamente nuestro organismo?
Esa es la pregunta que plantea La Máquina Espiritual. Una pregunta que condensa un misterio que alberga un conocimiento profundo.

Material de microscopía

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El mundo de las imágenes de microscopía resulta sorprendente para el foráneo. Microscopía óptica, electrónica, confocal... Distintas técnicas que acceden a distintos tamaños del objeto a estudiar (células, partículas...), y de distintas formas. Las imágenes resultantes son extrañas, bellas y en ocasiones un poco perturbadoras.

De momento, mi agradecimiento a Manuel Reina, Javier Regadera y al CIEMAT, a través de Juan Carlos Sanz, que han cedido diversas imágenes tomadas por ellos en su dilatada carrera como investigadores a La Máquina Espiritual.

Archivo

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En estos momentos, el proyecto se encuentra en la fase de búsqueda de imagen de archivo. Para ello entro en contacto con el mundo de las universidades y de los médicos, para obtener las imágenes de las unidades mínimas que conforman nuestro cuerpo, y sustentan nuestra conciencia y nuestras emociones.

Sin materia, no hay posibilidad.

Claqueta

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Elzbieta Surmacz pone cuerpo, emoción y pensamiento a La máquina Espiritual.

Rodaje

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El 12 de Diciembre de 2009 se grabó La máquina espiritual, una instalación audiovisual cuyo montaje estará finalizado dentro de unos meses.

Grabamos con la cámara de alta definición PANASONIC LUMIX GH1, adentrándonos por tanto en un territorio, al menos para mí, nuevo: la alta definición.

En los meses que vienen por delante, se avecina el proceso de obtención de archivo visual, montaje , sonorización y posproducción.

Al final, espero, obtendremos la imagen deseada de las partes de esa máquina que respira y siente, llamada ser humano.